Curia Metropolitana Arzobispado de San Salvador
La Curia Arquidiocesana consta de organismos y personas que colaboran con el Arzobispo. El Arzobispo es el gobierno de toda la Arquidiócesis, principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la administración de la Arquidiócesis, así como en el ejercicio de la potestad judicial.
Al señor Arzobispo le corresponde nombrar a quienes han de desempeñar oficios en la Curia. Todos los que son admitidos a desempeñar oficios en la Curia Arquidiocesana deben:
- Prometer que cumplirán fielmente su tarea, según el modo determinado por el derecho o por el Arzobispo.
- Guardar Secreto, dentro de los límites y según el modo establecido por el derecho o por el Arzobispo.
El Arzobispo Metropolitano cuidará de que se coordinen debidamente todos los asuntos que se refieren a la administración de toda la Arquidiócesis (Arquidiócesis conformada por los departamentos de San Salvador, La Libertad y Cuscatlán) y además que se ordenen del modo más eficaz al bien de la porción del pueblo de Dios que le está encomendada.
Coordinará la actividad pastoral de los vicarios tanto generales, como episcopales; donde convenga, puede nombrarse un moderador de la Curia, que debe ser un sacerdote a quien compete coordinar, bajo la autoridad del arzobispo, los trabajos que se refieren a la tramitación de los asuntos administrativos y cuidar asimismo de que el otro personal de la Curia cumpla debidamente su propio oficio.
Para una mejor acción pastoral, el Arzobispo a su juicio constituirá un Consejo Episcopal, formado por los vicarios generales y vicarios episcopales, en nuestro caso está conformado de la siguiente forma:
Vicario Episcopal para los Movimientos y Asociaciones de Fieles.
En la Arquidiócesis está constituido el Consejo Presbiteral, o sea un Grupo de Sacerdotes que son como el Senado del Arzobispo, en representación del Presbiterio, cuya misión es ayudar al Arzobispo en el gobierno de la Arquidiócesis conforme a la norma del derecho, para proveer lo más posible al bien pastoral de la porción del pueblo de Dios que se le ha encomendado.